Aún recuerdo esas mañanas de los 25 de diciembre cuando con toda la alegría del mundo iba a buscar mis nuevos juguetes. Era curioso, porque a pesar de ser nuevos, ya los conocía. Lo curioso es que los juguetes «grandes» siempre fueron opacados por los «chicos», esos que eran una sorpresa.

¿Cuánto duraban los juguetes nuevos? Creo que no más que unas horas… Siempre he sido alguien un poco extraño… Curiosamente unas 6 horas luego de tener mis juguetes, ya no les encontraba gracia alguna… y aproximadamente en unos 7 juguetes me arrepentí de pedirlos.

Dentro del mundo de mi familia, todos, pero absolutamente todos hicieron un esfuerzo para que mis juguetes nuevos, y los de mis hermanos, siguieran siendo nuevos aún luego de mis 6 horas de uso (ojo, lo de las seis horas se aplica a esta cabeza, y no así a las de mis dos hermanos).

Todos los 27 de diciembre ya sabía lo que iba a escuchar: «… Tanto que trabajó su mamá para eso y ya ni lo vuelve a ver…)», estas palabras de mi tía me hacían acercarme a mi jueguete y volver a verlo nuevo, por menos de una hora, porque para los ojos y cerebro de esta cabeza ya eran cosas comunes dentro de mi casa.

Lo único en mi vida que siempre he considerado nuevo cada vez que lo hago, es acercarme de nuevo a la música. Como instrumentista creo que aprendí que expresar notas es lo único que siempre va a sonar diferente. Por más veces que toqué un «Do» en la trompeta siempre sonaba diferente (la mayoría de las veces mejor que la anterior, otras no tanto).

Hoy que he vuelto a ese viejo oficio juvenil de trompetista, pues lo recordé… Lástima que no están sonando como antes de abandonar mi camino musical, y por como lo oigo, sé que tengo que volver a hacer nuevos «Do-s» para volver a hacer comunes los nuevos sonidos.