Los hijos de los 90s

Así empieza.

Sí. Soy uno de ellos. A pesar de haber nacido en el último año de los 70s, los 90s fueron los encargados de educarme en la etapa en que dejaba de ser un niño para convertirme en un adulto, o lo que sociedad llama adultez.

Recuerdo que los libros, comix y sobre todo la música que llegaba a mis manos, ojos y oídos tenía un sentido. Los hijos de los 90s fuimos privilegiados porque el inicio de la globalización nos dejó conocer diferentes maneras de pensar. No es como los hijos del nuevo milenio que ven lo que los medios quieren darles. Lo siento niños, pero sí, fuimos privilegiados.

Lindberg en una de sus canciones de 1995 nos decía que las nuevas generaciones nos iban a ver con pena y lástima, mas hoy no lo creo. Ser educado por Graffin, Biafra y muchos otros no tiene igual, ya que a pesar de que aún puede enseñar, The Voice tiene más poder, 50 cent produce más a su favor y Bieber canta lo que le dicen que se necesita para amazar fortunas-

¿Qué ha pasado con la verdadera visión del Mod, Rude Boy y Punk? ¿Cuándo dejaron de ser maneras de buscar arte y música diferente, la igualdad de razas y generar conciencia a través de la voz y querer ser diferente? Porque hoy son sinónimos de ancianos, drogas y spikes, y no de lo que vimos en los 90s tener una tercera oleada de los 3. Si bien es cierto que con las 3 grandes compañías hicieron, hacen y harán dinero, al menos cuando los conocí me hicieron ver el mundo diferente, disfrutarlo y hacer conciencia con él.

Si con esta entrada hago pensar a algunos jóvenes de hoy en día, mi objetivo se habrá hecho, aunque sé que no pasará. Ellos están buscando y viendo gif en tumblr, sexting en snapchat o buscando «pareja» en Tinder. Si alguno se ofende, definitivamente mi mensaje los habrá incomodado al punto de hacerlos pensar. Y sí, también he usado las herramientas sociales de hoy en día para lo que se usan o han sido creadas.

El largo camino a la conciencia.

No quiero jugar de purista, ya que no lo soy ni pretendo serlo. Tampoco diré que busco mi camino a la iluminación. Hasta hace 8 años dejé de comer animales. Empecé con una ideología vegetariana. Hoy no puedo creer como tardé tanto si Morrissey me lo decía desde los 90s y tampoco puedo decir que son 8 años sin probar un bocado de un animal. Lo he hecho para no ofender a quien me regala comida, por querer encajar y la última vez por una venganza a una broma. Sí, el karma existe y hoy puedo decirlo con muchos ejemplos en mi vida.

Mi razón para empezar a hacerlo fue por compasión. Conozco a otros que lo han hecho por el medio ambiente y otros por moda. La moda de ser vegano o vegetariano es de las que me parece más interesante de todas, porque si bien es cierto que se hace para fomentar un consumismo masivo, buscar la «igualda globalizada» y darnos algo para estar «in», le estamos haciendo un bien al mundo. Espero que esta moda sea tan fuerte que se convierta en una tendencia.

Recuerdo como la educación de mi país en los 90s se basó mucho en la parte verde. Como nos fomentaron a no botar basura, cuidar recursos naturales y entender su importancia porque a pesar de que desde los años 60s los grandes científicos nos vienen advirtiendo sobre las consecuencias de lo que le estamos haciendo al planeta, mi país se preocupó por ello. Entiendo que esta visión viene con algo de negocio detrás, pero está bien. Al final, el planeta lo agradece. Un día como hoy quisiera sentarme con mis sobrinos y que me cuenten que les enseñan. Si ese proceso que nació en los 90s por una iniciativa turística siguió adelante. También me pregunto si la compasión está en sus clases junto con el respeto a los demás.

Con todo lo que tenemos hoy para «entretenernos» y desviar nuestra atención, me pregunto ¿sabemos realmente que está pasando en el mundo? mejor aún: ¿nos hemos detenido a conocer el mundo? ¿El barrio? ¿Personas nuevas? ¿A nosotros mismos?

¿Hijos de qué?

Si bien nunca he pensado en tener hijos, hoy más que nunca creo que no lo haría. ¿De qué serían hijos? ¿De Bieber? ¿De Snapchat? ¿De Realities?

Me ha tocado conocer de muchas maneras a los hijos del milenio. De manera profesional siento que son increíbles y muy inteligentes, pero son pocos los que tienen pasión por lo que hacen. De manera sentimental también y en este campo aún no los entiendo y no sé si logre hacerlo. Dentro de la singularidad está la preservación de la raza humana (Graffin. Manifiesto) y es algo que no encuentro. Veo masas haciendo lo mismo día a día y por eso creo que los hijos de los 90s tal vez seamos los que debemos volver a inculcar esto. Cuando perdemos nuestro contacto con la naturaleza somos robots de la sociedad. ¿Lo estamos perdiendo? Siento que sí.

Pueden decir mucho de los que queremos ir en la dirección contraria, pero hay que pensar en que este pilar del comportamiento humano es lo que ha hecho grandes cambios en nuestra historia. Este rasgo es el que nos mueve a ser originales, pero que hoy más que nunca, es detenido por el Miedo. Pensamos que decir lo que sentimos va a ser sentido de burla, algo que nos puede frustrar más hoy más que nunca debemos hablar, expresarnos y solo compartir un vídeo gracioso. Las grandes verdades de la humanidad volverán a aparecer cuando enseñemos, como nos lo dijeron los 90s, a volver a usar nuestra observación y raciocinio. ¿Cuándo se perdió la creencia de que este mundo es lo que hacemos de él?

Si bien en los 90s nos dijeron que lucháramos hasta el final, hoy el milenio nos dice que sigamos el mismo camino que todos. Como una manada.

El significado de las cosas.

Crecer en una década que te hacía sentir que cada cosa debía durar, que si se rompía se arreglaba, es lo que me mueve a escribir esto. Hoy todo es rápido. Hacés algo y ya se acabó. Buscás un trabajo por tener algo que hacer y en el peor de los casos por el dinero. ¿Se han puesto a pensar qué es y qué hace el dinero? Seguramente no. Sólo nos han enseñado que debemos gastarlo o guardarlo, pero no el disfrutar cada día con él o sin él.

Curiosamente me encuentro en un momento de mi vida en que ya no le veo un significado a esto. Le encuentro más significado a un abrazo, a un rayo de sol o a un fuerte viento en un lugar desconocido. Le encuentro un significado porque es lo que quiero hacer. Sin obligaciones. Sin tareas. Sin recompensas materiales, sino, recompensas personales y que me llenen y el día de mañana me deje contar una historia o terminar esta entrada.

¿Cuántos reciben un mensaje y sonríen? Yo me encuentro feliz cada vez que veo uno. No porque necesite de algo así para serlo, sino, porque es la respuesta ha un deseo propio. A una decisión o acción que tuve. ¿Cuánto va a durar la felicidad de esto? No sé y no me importar, porque el momento es ahora. Eso, específicamente es lo me enseñaron los 90s y que hasta hoy en el 2016 lo empiezo a entender. No detenerme por banalidades. Detenerme para sentirme vivo. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste viv@?

Cada pequeña muestra de que estamos vivos es al final lo que nos da el significado de lo que nos rodea.

¿El final?

Si bien es cierto que hace casi 3 años decidí salir de mi zona de confort, cambiar mi país por otro, dejar todo lo conocido y empezar a conocer lo desconocido, me doy cuenta que ser un hijo de los 90s es lo que me impulsó a hacer todo lo que he hecho y de lo cual no me arrepiento.

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