Hay días de días, en los que puede o pasar mucho o no pasar nada.
La vida misma quiso que este 9 de febrero no fuese como cualquier otro día. Aproximadamente 6 meses antes decidí que no fuera un día cualquiera. Me divierte pensar que mi compañero de viaje de este día en todo este tiempo siempre me dijo que no debía pasar a mal nuestra relación de compañeros.
Cometí muchos errores que casi me llevan a perder una persona importante en mi vida. Más que un compañero, hoy lo considero un amigo. Una persona que está en mi vida por una razón. ¿Cuál? No sé decilo y creo que tampoco lo puede decir mi amigo.
Es difícil encontrar la confianza en un ser extraño, una persona que no comprendes como llegó a tu vida, pero de que una u otra manera, el instinto te dijo que debías confiar en este ser, que debías depositar mucho de tu vida en él.
Hoy vimos experiencias ajenas a nuestra vida que nos inyecto adrenalina. Nos dejó mucho en que pensar. Nuestra conversación al final del día fue mucho más profunda que la que tuve hace 3 años. No es que la de este tiempo atrás no influyera en mi, sólo que la de hoy dejó depositar confianza, amistad y comprensión.
En estos pocos años que llevo vagando por este mundo, este 9 de febrero ha sido un día en el que mi vida dió un giro importante, un día en el que me sentí acompañado.
Somos completamente diferentes y creo que eso es lo que me hace sentirme acompañado, sentirme como una persona que hoy tiene más que ganas de hacer mucho, ser una persona que sabe que no sólo su compañero cree en muchas cosas similares, sino, que el mundo está lleno de soñadores, de personas que creen que pueden cambiar el rumbo de la vida.
Luego de despedirme, pasaron muchas cosas que no debo dejar en público, hechos que son míos, pero al menos comparto este pequeño acto de amistad.
Han sido 3 semanas duras, 3 semanas que me han llevado a pensar en lo que hice, lo que hago y lo que haré.