Generalmente no la vemos. Vemos el efecto en las mañanas, en hojas, pero no vemos como se forma. Ese momento en que es todo lo contrario a evaporar algo.
¿Qué se puede entender por evaporar?
Desaparecer. Eso me hicieron creer en la escuela cuando me explicaron los cambios de estados de la materia. Evaporar es cuando algo líquido se transforma en algo gaseoso. O sea, desaparece, o al menos para nuestros ojos. En fines de esta historia corta, o mejor dicho, confesión corta, la evaporación será el momento en que algo líquido desaparece.
¿A qué viene todo esto con el título de esto?
Bueno, todo parte de una situación. Primero ubiquemos el momento como una noche en que no se esperaba más que una conversación, una de esas profundas e íntimas que suelen ocurrir. Si bien el lugar con precisión no se conoce y no viene al caso, la estructura de la situación fue perfecta. Todo oscuro, una pequeña luz que brotaba que iluminaba esos ojos, esa sonrisa.
Las palabras hicieron del momento perfecto, y estas llevaron a otras y a otras que fueron construyendo un lugar donde todos los miedos empezaron a evaporarse.
Sí. Los miedos empezaron a evaporarse y sin darse cuenta, y un poco incómodas la posición en que estaban las palabras, empezaron a condensarse. Condensaron sueños, planes y otros cosas que nunca se dijeron, porque sí, al menos solo en una cabeza pasaron todas estas, la otra, pues tendría que contar su historia, hoy es la mía.
Es curiosos como todo puede cambiar en momentos, en segundos. Se traspasa una frontera de nombres y cuando te das cuenta estás en un país de ilusiones, un mundo real, del cual no querés escapar, solo querés estar ahí, sonriendo, porque ves a alguien sonriendo y eso, hace que te sentís pleno, feliz, como que tenés un sentido en la vida.
Volviendo a la condenación y evaporación y así no perder el hilo de esta confesión, esto fue lo que pasó y se resume de una manera muy práctica:
Los miedos se evaporaron, se hicieron un gas invisible que no nos dejó pensar en nada más. Este gas inspiró palabras. Palabras que nos llevaron una vez más a encontrarnos y convertir dos corazones en una solo. El latido de este corazón fue tan fuerte que se unió a las palabras e hizo que el gas, empezará a transformarse en agua, de esa que solo podés quitar con la mano, esa que el aire no puede desaparecer. Esa que si pasás la mano queda ahí, no se desvanece. Esa agua que ves como vida. Esa agua que necesitás para vivir.
Esa agua que puede volver a condensarse para ser sólida, fuerte. Sin miedos.