El silencio puede asustar, ¿sabías? Al menos a mi, en ocasiones, me espanta un poco.
Generalmente es bueno. Tendemos a confundirlo con falta de agallas o un no saber qué decir para hacerte reír. En el peor de los casos es crear supuestos sobre los pensamientos de otra persona. Esto es un error.
Debemos entender que mientras hay silencio, las miradas hablan, los ojos se besan y las manos sonríen, mientras que las bocas escuchan. ¿Fácil? No lo es. Por eso cuando se entiende, el silencio puede convertirse en un placer como ninguno. Los cuerpos son los que hablarán.
Nunca comprenderemos lo que hay dentro de una persona en un momento de silencio si lo que esperamos son palabras. Mas si entendemos el lenguaje del alma, las palabras solo van a estorbar.
Confundimos esos momentos de silencios con momentos de dolor o de finalizar algo porque es a lo que estamos condicionados. Sentimos que solo las palabras pueden expresar lo que queremos decir. Nos equivocamos. El silencio habla. Habla de la manera más romántica.
Si pienso sobre nuestros silencios, me doy cuenta que han sido los correctos. Han sido silencios de felicidad. Sí, algunos me han dado miedo, pero hoy los entiendo. Sé que han sido silencios de amor. Silencios donde las palabras no entran. Silencios donde son nuestras miradas las que hablan. No queremos decirle algo al otro, queremos vivirnos, sentirnos, amarnos.
Nuestros silencios juntos, son nuestros y solo nosotros los entendemos.
Los momentos en que solo necesitamos la compañía del otro, donde las manos sonríen y nuestros ojos se besan hasta perderse, son los que me hacen respirar.
Si en algún silencio me vez con miedo solo dejá a tu mirada hablar.